Con ocho meses de gestión presidencial y de política económica arriba de la mesa, hay indicadores que muestran que el Gobierno de Javier Milei está quedando atascado en la trampa de su propia obsesión: la liberación total de precios de la economía, aún con una inflación estancada hace meses en un alto 4 por ciento, tiene anulado el poder de compra de los salarios. En consecuencia, el consumo masivo de productos de la canasta básica, el nivel más basico del gasto de las familias, se sigue cayendo a pedazos y no encuentra comparaciones históricas.
Página I12 accedió a cálculos de los grandes supermercados, que se basan en la progresión estadística de la consultora Scentia, que muestran que en los primeros 11 días del mes de agosto, el consumo cayó 18,8 por ciento, comparado contra el mismo período del 2023. Ya el número en sí mismo es muy fuerte, pero sobre todo marca que la tendencia de la caída se profundiza. En julio, el consumo masivo había caído 16,1 por ciento interanual, luego de que mayo contra mayo del 23 mostrara un desplome de 12 por ciento. Es decir, lo que se está viendo es que la curva, que ya era mala en la primera mitad de año, será ahora mucho peor porque compara con números altos, los del período ultra inflacionario de la campaña presidencial.
Para el sector, esta disociación entre lo que pasa con los precios -estancados en un IPC en torno al 4 por ciento- y la caída del consumo, se explica en que el costo de vida de las familias no está representado en el índice inflacionario. Uno de los que mejor lo explicó en las últimas horas fue el economista de Orlando Ferreres Fausto Spotorno, ex integrante del equipo de asesores económicos de Milei. Lo puso en palabras en una nota radial al decir que "la recuperación del salario real todavía no se nota, porque se la llevó el aumento de tarifas". Y agregó que "todavía no podemos ver las mejoras, pero por lo menos no estamos empeorando".
Mientras el Gobierno celebra el IPC desacelerando, en las empresas del consumo masivo miran otros datos: casi todos los precios regulados, incluidos tarifas, colegios privados, naftas, medicina prepaga y otros, subieron el doble que la inflación en el año, lo que tornó inútil la suba del salario real tres meses consecutivos, además de que ya en el año venían perdiendo 11 puntos. Y es eso lo que se está llevando puestos los excedentes que los sectores medios y medios bajos usaban para ir al supermercado.
Para entender al sector, hay que considerar que el 70 por ciento del consumo, la base y corazón de la pirámide, lo impulsan desde las clases medias altas hacia abajo. Los de mayor poder adquisitivo no suelen tener saltos incrementales en el consumo, el número y volúmen de las compras suele ser parejo en todos los escenarios.
El dato de caída de agosto en el consumo masivo es tan relevante, además, porque se da un escenario de promociones desesperadas. Ante el desplome de ventas, los supermercados están casi todos los días rematando mercadería con un 20 o 25 por ciento de descuento con billeteras virtuales. Esas promociones empezaron, precisamente, en agosto, pero no movieron la aguja. Es que lo que ocurre allí es que esos días de ofertas la demanda crece, pero al otro día vuelve a caer, es decir, no tiene un efecto incremental ni llega a compensar las pérdidas.
Este escenario contempla lo que ocurre en las góndolas, pero el escenario del derrumbe de ventas en productos frescos es alarmante. El consumo de carne es el más bajo en 100 años, con 45 kilos por habitante, contra los más de 75 en los últimos años, según reportó la Bolsa de Comercio de Rosario. Por primera vez, de hecho, esta por darse casi el mismo nivel de consumo de carne vacuna y carne aviar en el país de las vacas. Inédito.
Lo mismo pasó con la leche: el Observatorio de la Cadena Láctea precisó que, en el primer semestre, las ventas cayeron 14,4 por ciento. En paralelo, la CAME informó que la venta de frutas y verduras cayó 40 por ciento.
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